La verdad.

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Se suponía que Camel sabía que se vendría encima con el tiempo, pero era desgarrador.

Desde el incidente Camiel trataba a Daniel como una pieza del más fino cristal, para él omega era irritante pero entendía que era necesario ya que no quería volver a sentirse mal, aunque extrañara sentirse útil dejaba que Camiel se encargara de todo, tanto era así que incluso lo bañaba y esperaba fuera del baño cuando él tenía que utilizarlo, era vergonzoso por demás pero no quería pensar en qué pasaría si se separaba de él aunque fuera por sólo un instante. Había mucho en riesgo y ninguno se sentía lo suficiente valiente como para poner en duda lo peligroso de la situación. La presencia de Camiel no lo incomodaba en absoluto, más bien era lo contrario, lo hacía sentir bien, con energía, y eso era lo que necesitaba sobre todo porque la mayoría del tiempo se sentía algo lento, pesado, le daba sueño y sólo podía pelear contra él sueño cuando Camiel estaba junto a él, entreteniendo, por demás no podía evitar dormirse cuando Camiel tenía su atención en otra parte, como cuando cocinaba, hacía limpieza o revisaba documentos.

El Médico había ido anteriormente para ver cómo estaba Daniel y lastimosamente no había podido hacer nada que no fuera recetar antianémicos pues Camiel le había contado con preocupación que podía sentir que su energía no era tanta, siempre quería dormir y que le faltaban fuerzas para hacer cosas sencillas como levantarse de la cama, se le veía algo pálido y esto a Camiel lo aterraba, pero no podía hacer nada, sólo tener paciencia.

Daniel intentaba inútilmente esconder su debilidad pero le era imposible, no quería sentirse de esa manera, así que se esforzaba por hacer ver como si todo estuviera normal, sabía que su Alfa podía notar todo, que su cuerpo estaba demasiado cansado, pero aun así no le decía nada al respecto y se lo agradecía, no quería tener que decirle que todo estaría bien cuando se sentía tan mal, cuando caminar le robaba la vida y el mínimo esfuerzo era un infierno, levantarse cada día se volvió un desafío, estaba cansado, también tenía que lidiar con los cambios de su cuerpo, sus pechos crecían un poco cada día y sus caderas se habían expandido más, y naturalmente todo esto le dolía e incomodaba.

Camiel esperaba lo peor, esperaba con miedo y esperaba sentado, y finalmente llegó, y no estaba preparado. Llegó el día en que Daniel no despertó, por mucho que lo llamó, sacudió y volvió a llamar no se despertó, estaba profundamente dormido, respiraba, pero eso no evitó que entrara en pánico, gritó de la desesperación con toda la fuerza de su pulmones, se sentía abatido, estuvo apunto de dar rienda suelta a su pesar y dejar pasar al monstruo cuando desde lo más profundo de su racionalidad brotó la idea de que Daniel lo necesitaba y eso lo frenó.

Miró a su Omega ahí tendido desnudo, tan pálido, tan frágil, pero tan hermoso, tenía que cuidarlo.

El médico había ido para poner las intravenosas y conectarlo a un marcador cardiaco, no fue útil para nada más porque Camiel dijo que se haría cargo de todo, se le veía devastado y él no pudo consolarlo porque no sabía a que atenerse.

Él se encargó de mantenerlo limpio, de que todo estuviera en orden, lo tranquilizaba acostarse a su lado y escuchar su respirar, el palpitar de su corazón, aunque Daniel estuviera bien en más de una ocasión se sintió enloquecer, se sintió tan solo como nunca, necesitaba que Daniel le dijera que todo estaría bien, necesitaba escucharlo hablarle, responderle todo lo que le decía, porque no sabía si lo escuchaba pero él le hablaba, le pedía que regresara, que despertara, que estaba llegando al límite de su cordura, y era verdad, ni siquiera podía dormir bien porque temía que si se dormía él dejara de respirar o tuviera algún problema.

Cansado de verlo rodeado de cables que lo hacían ver todo más grave, los arrancó de su piel lanzandolas lejos, lamió sus heridas y con lágrimas que bajaban por sus mejillas le suplicaba que despertara, pero Daniel inmóvil con los ojos cerrados sólo respiraba.

No poder hacer nada lo mataba, cerrando los ojos se aferró a él para darle calor y consolarse con su olor, se durmió pensando que no resistiría más.

Los cálidos besos más dulces conocidos por el mundo se repartían entre las mejillas y el pecho de Camiel, este confundido pensó que se trataba de su sueño hasta que poco a poco fue despertando y plantando pie en la realidad. Abrió los ojos encontrándose con la única raíz que lo sujetaba a la vida observándolo con una sonrisa.

-Nos hemos quedado dormidos cielo, el reloj marca las once- Dijo entonces Daniel tocando coros de Ángel para los oídos de Camiel. Este aspiró, sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, aliviado, emocionado por demás lo abrazó y no pudiendo evitarlo le pidió infantilmente con la voz estrangulada.

-Hablame- Se moría por oír su voz, después de diez días eternos dónde poco a poco la esperanza moría.

-¿Qué pasa?- Con la mirada enternecida por su actuar y algo preocupado le preguntó Daniel -¿Fue un mal sueño?- Se separó un poco para mirar sus verdes y vivos ojos brillantes de humedad, él mismo abrió grande los ojos al ver lo que mojaba esas mejillas. -¡Estás Llorando! Por amor a Dios el sueño debió haber sido horrible- Dijo abrazandolo para consolarlo.

-El peor de todos, ahora háblame-

Daniel tomó sus mejillas y le dió un rápido beso -Sólo fue un mal sueño, no era real-

Camiel no pudo evitar pensar "Si que lo fue" Pero no dijo nada, más bien se limitó a besarlo con hambre, sin querer pensar se dejó llevar por su necesidad de verlo despierto, vivo. Lo acarició como nunca, con demasiada conciencia, memorizó cada ruidito, cada gemido, cada grito, cada súplica, todo, sus ojos, sus expresiones, su alivio.

Después de lo ocurrido jamás le dijo a Daniel lo que pasó, sólo lo dejó pensar que se habían despertado tarde, porque para Daniel era así, lo último que recordaba era haberse ido a dormir y despertar a su lado, para él eso era todo, los días no habían pasado para él y lo dejaría así. Después de verlo como un vegetal en cama verlo tan lleno de energía en la cocina tarareando era el paraíso, él sólo lo miraba mover la cadera, veía su cabello brillar con la luz del día, con la cabeza apoyada en la mesa sólo escuchándolo Camiel se sentía el ser más feliz del mundo, tan bendecido, tan ayudado por Dios.

-Ah, me siento lleno de energía, es fantástico... Oye, por cierto, ¿David te ha llamado?- Dijo poniéndole el desayuno en frente y después sentándose a su lado.

-Sí, llamó y dijo que todo marcha bien y que si las cosas siguen así pronto todo esto acabará- Mierda, pensó al notar que había hablado de más, se reprendió, últimamente no sabía que pasaba con él mismo.

-¿Qué acabará?-

-Trabajo-

-¿qué trabajo? - Preguntó suspicaz.

-Es confidencial- contestó sin más.

Daniel suspiró -A veces siento que me ocultas secretos-

-Eso no es verdad-

-Claro que lo es, apenas sé nada de ti-

-Yo tampoco sé mucho de ti-

-Por que no quieres saber-

-Sí quiero-

-No cambies el tema, hablaba de ti-

-Te diré mi biografia completa entonces- Suspiró, no sé sentía capaz de negarle nada - Mi nombre es Camiel Rosen, soy huérfano, mi tío Klaus se hizo cargo de mi hasta cierto tiempo, al llegar aquí mis otros tíos Albert y Marc empezaron a hacerse cargo de mí, luego fui a preparación, luego hice bien mi trabajo ascendí y aquí estoy-

-¿Qué clase de biografía es esa? Está mal. Omitiste todo lo importante-

-¿Qué omití?-

-¿Dónde naciste?-

-Rusia-

-¡¿Eres Ruso?! Oh, por Dios, ni siquiera lo sospechaba, no tienes acento, dime algo en Ruso-

-No. Ya te había dicho que sé hablar ruso-

-pero ser Ruso y hablar ruso es diferente. Hazlo- Insistió.

-Ты мне нравишься- Le dijo entonces.

-¿Qué significa?-

-Eres demasiado blanco- Se inventó.

-Um, que malo ¿ Crees que debería broncearme?- Le preguntó no porque fuera hacerlo si no para ver que le contestaba.

-No- Dijo rotundamente.

-¿Por qué no?-

-Así estás bien-

Daniel sonrió, que manera tan única de decirle que le gustaba su piel.

-¿Quienes fueron tus padres? ¿los recuerdas?

-No mucho, eran malas personas, no te habría gustado conocerlos- El ambiente había cambiado terriblemente, se puso tan denso que podía cortarse con un cuchillo. Daniel supo de inmediato que estaba en terreno peligroso.

-¿Estás bien?- Le preguntó tomando su mano.

Camiel se debatía, podía contarle lo que lo atormentaba desde siempre, pero ¿Lo odiaría Daniel? ¿Le temería?. Se encontraba en una espiral, su vida se había convertido en un melodrama de riesgos y tragedia, y no quería vivir así, ocultando cosas, temiendo que se descubrieran. En un momento llegó a pensar que las cosas desaparecerían si las ignorabas, pero no era así, ellas te siguen, se ponen delante de tu camino y arruinan todo, eso le había pasadoa él, eso le estaba arruinando la vida, había llegado el momento de contarle su mayor secreto y cerrar el maldito círculo de una vez, para no lastimar a nadie o al menos para prevenirlo, se había dicho no decírselo nunca pero no podía llevarlo a ciegas.

-¿Camiel?- Lo llamó Daniel preocupado.

Él apretó más su mano sin hacerle daño -¿Quieres saber algo de mi? Te voy a contar mi mayor secreto- Daniel lo miró sin saber que pensar. Se levantó y lo jaló de la mano.

-Presiento que lo que me vas a decir tiene que ser dicho en un lugar más cómodo-

Camiel se dejó arrastrar a la sala, donde en vez de sentarse en el cómodo sofá se tendieron el la gruesa alfombra. -¿Listo?- Preguntó cuando vió que su Alfa estaba bien acomodado con la cabeza apoyada sobre su abdomen.

Camiel tomó aire y luego lo soltó. No sabía muy bien por dónde comenzar -Los hombres lobo somos los seres más complejos del planeta- Empezó. -Somos hombre y animal a la vez, en perfecto balance... Nacemos con un lobo dentro de nosotros... Con el espíritu de un lobo, que se materializa en nuestro cuerpo y crece con nosotros, siente y tiene opinión propia, instinto... A pesar de que nuestra especie no vive en la ignorancia de otras especies inteligentes como lo hacen los humanos nosotros todavía no lo sabemos todo y hay cosas que se nos escapan, cosas que no son de este mundo, cosas oscuras. Mis padres fueron primos, ambos tenían el apellido Rosen y peleaban por la organización Rosen, amaban la ciencia, más que a cualquier cosa en el mundo, hacían lo que fuera en nombre de ella, cuando se conocieron fueron perfectos el uno por el otro- Daniel pudo notar el asco con el que los describía -Ambos tenían la ideal de que los hombres lobo debían dominar a las otras especies y trabajaban para abrirse paso al poder, aunque tuvieran el apellido Rosen eso no les servía de a mucho porque no podían hacer nada sin consultar con la organización, con los líderes de las bases del resto del mundo, así que se cansaron y decidieron buscar la manera de controlar todo... Para entonces ya tenían dos hijos...-

¿Camiel tenía un hermano? Él pensaba que era hijo único... No le gustaba nada lo que estaba escuchando.

-Ellos encontraron la manera de traer algo poderoso de otro mundo, al principio usaron conejillos de indias, pobres infelices que supongo mandaron a secuestrar para sus experimentos, pero un día sin explicación cuando yo tenía cinco años y mi hermano sólo tres ellos nos encerraron con los demás sujetos de prueba, sólo estuvimos ahí una semana, que fue lo que resistieron los sujetos que estaban con nosotros, cada día tomaban uno tras otro, pero no soportaban lo que querían hacer con ellos, sus cuerpos no eran lo suficientemente fuertes y a las pocas horas morían... Recuerdo que sus cuerpos se...- Quiso abstenerse de decírselo pero Daniel no se lo permitió.

-Dímelo todo, todo camiel, no guardes nada-

-Se podrían en un rincón, olían mal. No sé que les pasó, no recuerdo muy bien ciertas partes, sólo cuando se las llevaban, y luego las traían casi destripadas de vueltas, muertas, sangrantes, las arrojaban al rincón... Recuerdo los gritos pidiendo auxilio de esas personas... Mi hermano era muy listo, sólo tenía tres años pero era muy listo. Lo que más recuerdo es que él estaba aterrado, yo igual, no sabía que hacer, no quería morir como esas personas, mi hermano lloraba todo el tiempo y cuando oía gritos se asustaba tanto que se orinaba encima, mamá se acercaba a la reja y lo miraba con asco, siempre que terminaba de matar se acercaba a la reja, era una maldita perra que se burlaba, mi hermano le extendía los brazos y la llamaba pero ella sólo le daba la espalda, sin decir nada, entonces finalmente cuando todos estaban muertos se acercó a la celda, mi hermano levantó sus brazos para que ella lo sacara de allí y la llamó, ella por fin le habló y le dijo, "ya acabará sigues tu" Creo que yo estaba tan asustado que ni siquiera emitía sonido, no reaccionaba, como si no estuviera allí, como si fuera sólo un espectador, eso me hizo reaccionar, tuve un instinto de protección hacía mi hermano que nunca volví a sentir. El aun podía transformarse en lobo, aún no había tenido el receso, recuerdo que le pedí que se transformara en lobo y como era pequeño pensé que podría escapar a través de la reja, pero no, eran demasiado angosta para eso, quería salvarlo así que tomé una pierna del montón de cadáveres y golpee la reja con todas mis fuerza, pero no pude hacer una brecha, no cedió, cuando amaneció como último recurso le pedí que se escondiera debajo de la pila de cadáveres, él no quería porque olían mal, pero al final lo hizo. Recuerdo que le dije no llorara, que no se moviera y que no respiraba muy fuerte, para que no lo escucharan.

No recuerdo más respecto a eso, por más que lo intento todo está en negro, supongo que el experimento les resultó, pero no como ellos esperaban, no sé que esperaban la verdad. Hay un hecho que nunca voy a olvidar y es que me comí a mis padres... Y a sus ayudantes, recuerdo ciertas partes, sus gritos, sus súplicas, me los comí a todos, no fuí yo, era mi cuerpo, pero lo siento como si hubiera sido yo y lo peor es que no siento asco ni ningún remordimiento, la verdad es que no se como no me envenené... Y creo que lo más probable es que me haya comido a mi hermano, si es que ellos no lo encontraron antes que yo. Destripe a todo el personal de la casa, a los soldados que intentaron detenerme, podía ver ciertas cosas pero no controlarlas, consiguieron detenerme con dardos, dejé la forma de lobo gigante pero todo seguía igual, yo no era yo, nunca volvería a serlo, cuando desperté no sentía nada, no quería nada, todo me daba igual, era una cáscara vacía, recordaba lo que había pasado pero eso no me emocionaba de ninguna forma, ni siquiera cuando mi tío fue a verme sentí algo. El lobo que siempre me acompañó, mi lobo, ya no estaba, en su lugar había algo monstruoso exigiéndome el control, yo no podía contra él, no entendía que pasaba pero cuando reaccionaba era un lobo gigante he intentaba comerme a alguien, o matarlo, o ambas, eso no me horrorizaba pero sabía que estaba mal, había un médico que no tenía miedo y se acercaba y me decía que era bueno o que era malo, me leía y hablaba constantemente de control y me decía que si no sabía que hacer al menos no hiera lo que la bestia me pedía. La bestia me decía constantemente que se había comido a mi lobo y que yo sólo era un ser patético que pronto le cedería el control, entonces me dije que no sería así, empecé a leer libros de ciencias y cosas así, y medí cuenta que lo que estaba dentro de mí no era más que un parásito que dependía de mí, y cuando empecé a verlo así las cosas mejoraron, los medicamentos poco a poco fueron mermando hasta que dejaron de ser necesarios, me tomó cuatro años pero dominé la situación completamente, pero aun así no sentía nada, sólo lo físico, dolor físico, alivio físico, sólo eso, la bestia era un fastidio. Luego llegué aquí, te conocí en esa fiesta, tu también me fastidiaste ese día la verdad. Fuí a preparación, allí me entrené, aunque allí no me enseñaron nada que mi tío Klaus no me hubiera enseñado ya. A los pocos años por alguna razón empecé a ser atrayente para los omegas, ellos olía bien pero me daba igual, sus olores no me atraían, entonces la bestia me convenció de tomarlos, lo hice, fue una descarga de tensión para mi pero eso era todo, y así uno tras otro, todos los omegas me parecían iguales, así que me cansé de todos y me decidí por elegir sólo a uno que portara mi descendencia y que fuera fuerte para protegerla, yo desde niño había pensado en Zac para esa labor la verdad, desde niño sabía cuál era el riesgo para mis hijos y mi pareja, así que en caso de que la bestia tomara el control e intentara comérselos mi pareja sería fuerte y los protegería, por eso Zac siempre fue mi primer opción, lo conocía desde niño y además ya tenía Alfa, en caso de que me mataran o me dejara morir mis hijos estarían bien.

Para mi tener descendencia siempre ha sido primordial, por eso traté de sacarte de la ecuación, perdóname, sé que no es una excusa para lo cruel que fui contigo pero yo no sabía que eras mi Omega, yo no tenía manera de saberlo porque a decir verdad no tengo un lobo para que me avise, pero tu me lo hiciste ver, me mataste de celos y me hacías perder el control, al final ya no pude negarlo y aunque no fueras lo que pensé que sería, estoy feliz porque no pudo ser mejor, contigo incluso he podido llorar y volver a sentir, me siento curado, ya no escucho al monstruo que tengo dentro desde que estoy contigo, y me importas más que a cualquier cosa en el mundo, te convertiste en todo, no podría vivir sin ti y lo digo en serio, no sabes como odio verte mal... Y es todo lo que te diré por hoy- Terminó de los más incomodo. Había hablado mucho. Volteó la cabeza para ver como se había tomado Daniel todo lo que había dicho. Daniel lo miraba fijamente. Era el momento de la verdad, lo odiaría, lo alejaría de su hijo. -¿Daniel?- Se sentó para tocarlo. Antes de que pudiera hacerlo él detuvo su mano asustándolo, seguró le daba asco que lo tocara, se quedó inmóvil, arrepintiéndose de haberle dicho todo aquello.

Daniel luego se sentó y lo miró fijamente, serio, como analizándolo todo.

-¿Me odias?- Sintió como que lo apuñalaban de sólo pensarlo. Daniel frunció el ceño.

-Eres un tonto- le soltó por fin, yendo a sentarse en sus piernas- ¿Cómo me preguntas eso? claro que no, te amo imbécil pero estoy molesto ahora mismo, así que no me hables mientras pienso e intento bajar mi enojo-

-¿Qué te enojó?- Preguntó de lo más extrañado por su reacción.

-Bueno, para empezar... Ah, odio a tus padres, me enojo con ellos para no llorar por ti- Se lo decía en serio, de hecho antes había llorado, lágrimas se le habían escapado pero como él no estaba mirando no se había dado cuenta. -Segundo me irrita que cuentes tu historia como si fuera una película, te da igual-

- Me da igual-

-¿Cómo puedes ser tan insensible? bueno ya sé como pero... Ah, déjalo, estoy diciendo tonterías, odio a tus padres por lo que hicieron y me siento enojado conmigo mismo por molestarme por otras tonterías en lugar de concentrarme en lo principal y estoy orgulloso de ti al mismo tiempo, soy un imbécil- Intentó esconderse en su pecho pero él no lo dejó.

-Daniel, no quiero que me tengas lástima, no quiero eso de ti y ¿Por qué te sientes orgullo? Eres raro-

-No soy raro, es normal, es algo... Omega-

-¿Omega?-

-Ujum-

-Explícate-

-Verás, tú eras un niño pequeño de cinco años en circunstancias terribles y aun así pensaste en tu hermano he hiciste lo posible por él, luego soportaste lo que otras personas no, sobreviviste, y eso te hace fuerte, y tu... Hiciste cosas terribles, es cierto, pero no eras tú, también hay algo más fuerte que todo lo conocido dentro de ti y tu lo dominaste, y también lo hiciste cuando sólo eras un niño aun, y ahora siento que me quedé con él mejor... Los Omegas tendemos a buscar a los Alfas fuertes, por eso me siento orgulloso - Se sonrojó terriblemente -Doy asco, lo sé- dijo avergonzado por sus motivos estúpidos.

Camiel sonrió, Daniel era perfecto. Nunca se había sentido tan halagado -¿Qué otras tonterías te molestan? Dime-

-No-

-¿Eso es lo que realmente te molesta más no es así? dime, si no me lo dices ahora no podrás decirlo después-

- Cuando te veo sano y salvo aquí se que todo salió bien aun con lo que tuviste que pasar, por eso no puedo preocuparme por lo que pasó, pero aún así... Me molesta...-

-Sí Daniel, al punto- lo picó.

-Me molestan todos los malditos Omegas a los que te cogiste. Me molesta Zac, no te vuelvas a acercar a él en tu vida ¿Entendiste? te juro que te mataré si lo haces, él, él... Habrías tenido tus hijos con él, y eso me molesta, mucho-

-Pensaba que el problema con Zac había quedado zanjado-

-Y un cuerno, ahora admites que siempre había sido Zac el del maldito primer lugar-

-Eso era porque no sabías que tu eras el Omega de mi vida, ya te lo expliqué, no tenía cómo saberlo-

-Sí, lo sé, ahora lo entiendo y tengo más sentimientos encontrados por eso, antes de saber que no era tu culpa podía culparte, ahora no, ya no puedo tíldarte de estúpido y terco porque bueno, no podías saber, me fastidia claro, aunque a la vez me hace sentir feliz, es decir, antes me sentía muy mal cuando pensaba sobre ello, pensaba que tú corrías a Zac y yo tenía que perseguirte... ¡Aun odio lo idiota que eras! quiero golpearte por ser tan idiota. Pero no era tu culpa, no es que fueras idiota es que simplemente no podías saberlo porque en lugar de lobo tienes a un demonio dentro... Como un poseído jaja- Se acordó de David, era curioso que le hubiera puesto un Apodo tan... Preciso. Camiel le pellizcó una nalga en venganza -Bueno en fin, esa cosa que tienes dentro no es como tu lobo y no te avisó,así que aunque ya te había perdonado por eso, ahora ya puedo olvidarlo del todo porque ya entiendo porque no me reconociste.-

-En realidad si me avisó, pero yo no le creí- Esa confesión lo hizo ganarse una palmada en el brazo.

-¿Por qué no le hiciste caso a la voz maligna de tu cabeza? - le reclamó.

- Pensé que mentía, Me decía que te deseaba y yo pensé que sólo era una treta para que... Pero luego ya no pude ignorarlo-

-Pues vas a tener que compensarme por ser tan terco y desconfiado-

-¿Qué pides?-

-Ya te diré-

El día pasó volando rápidamente, ambos estuvieron armando la cuna del bebé y acomodando sus cosas en la habitación, pintaron un poco, luego se ducharon para hacer juntos la cena, y luego se fueron a dormir. Camiel tenía miedo de que él se durmiera y no volviera a despertar, así que le dijo que se quedara despierto con él, Daniel tenía sueño pero aun así se espabiló y comenzó a preguntarle cosas que él respondía brevemente, por alguna razón le preocupó ver que Camiel parecía estar muy cansado, como si no hubiera podido dormir bien, tal vez estaba estresado, se imaginó, y él conocía la fórmula perfecta para eso, lo cansó con su cuerpo hasta que se aseguró de que estuviera dormido y luego se durmió él, pensó que el sexo no era todo pero si una gran herramienta.
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