El día en que pedí.

LISTA◘DE◘CAP 


Mariam se miró al espejo inspeccionando y frunció el ceño, puso un dedo en la parte superior de su nariz para tapar la piel de ese lugar, si tan sólo no tuviera pecas, pensó algo molesto, luego de analizar su pensamiento se molestó más, sus pecas eran el menor de sus problemas, no tenía tiempo para ser superficial, tenía que pensar en alguna manera de solucionar o evitar la catástrofe que se le venía encima, tenía que pensar. Mariam suspiró, no tenía caso, al igual que con sus pecas no podía deshacerse de ellos por mucho que lo intentara, eso de que el limón quitaba las pecas era una cruel mentira, una que lastimaba la piel hasta dejarte como camarón, hace ya bastante tiempo lo había✿ aprendido por las malas, al igual que eso de devanarse los sesos en algo que él ni nadie podía controlar.

No entendía porqué tenía que ir a la iglesia, ir a la iglesia cada domingo no lo iba a hacer mejor persona, no iba a solucionar tampoco ninguno de sus problemas.

-Mariam, ¿Ya estás listo? Los señores Aiden nos están esperando desde hace mucho rato-

-Ya casi estoy, sólo dejame atarme el cabello- Le pidió recogiendo su cabello ondulado con ambas manos para hacerse una cola.

-Déjalo suelto, a los señores les agrada tu cabello- Le pidió Henri.

-Que bien por ellos, pero a mi no, me molesta- Mariam no pensaba incomodarse para complacer a nadie, y menos a los señores Aiden.

Henri suspiró. Después de recogerse el cabello Marian lo miró y le sonrió -Entonces recoge también el mío- Le pidió su querido primo Henri.

Así que con el cabello bien recogido en dos colas de caballo ambos llegaron hasta la limusina donde ya los esperaban los Aiden por supuesto impacientes. Una vez dentro nadie dijo nada, Sarah su prima sólo se limitaba a enviar mensajes con su celular y los señores Aiden miraban ambos por la ventana limitándose a ignorar a todos.

Él y Henri se miraron y con sólo una mirada se propusieron jugar triqui con lápiz y una libreta que Henri cargaba en su bolso, Henri la sacó, hizo la cruz doble, peleó un momento con él para elegir quién era el círculo y quién la equis con la mirada y luego comenzaron a jugar hasta llegar a la iglesia.

Ya en la iglesia Mariam se quedó mirando hablar el sacerdote con aburrimiento "Los planes de Dios, los planes de Dios" Decía "Nadie los entiende, sólo él, él sólo nos guía, sus caminos pueden ser duros, espinosos, pero aun así sus planes son perfectos" Con que perfectos ¿He? Pensó Mariam. El sacerdote seguía hablando "Tenemos que pedirle fuerzas para afrontarlos porque si el señor está con ustedes no hay nada que temer" Luego el sacerdote empezó a recitar un versículo de la biblia que decía algo de que Dios los levantaba en brazos para que no se lastimaran los pies con las filosas rocas. Mariam pensó en la cantidad de veces que había ido a la iglesia. Desde todos los domingos desde los últimos tres años, se respondió. Luego pensó en un poco más atrás, no, eso no era verdad, recordaba haber ido alguna vez también con sus padres.

Le pareció curioso, de todas la veces que había ido a la iglesia no recordaba que jamás le hubiera puesto atención a todo lo que decían los sacerdotes, es más, estaba seguro que jamás le había prestado atención a un sacerdote, no podía recordar cómo se veían y mucho menos recordar nada de lo que decían, y eso era porque él siempre al llegar a la iglesia se ponía en modo off, con los ojos abiertos y el cerebro apagado, como todos los demás.

Lo que le parecía curioso era que precisamente cuando ese señor decía eso su cerebro se hubiera despertado y analizara todo palabra por palabra, y que además esas palabras resonaran en su cabeza.

Los duros planes de Dios, los difíciles planes de Dios que nadie entendía, sólo él, los planes perfectos, se repetía en su mente, y pensó sobre su vida.

Hace sólo tres años había ocurrido pero a él le parecía que habían sido mil, aunque esa sensación le daba una ventaja, podía analizar todo a detalle objetivamente sin que lo afectara nada.

Ese día, exactamente a las cinco de la tarde él tenía puesto un conjunto blanco y hablaba con Henri presumiendo del caballo negro que le había regalado su papá y se encontraba en el establo. Como Henri no le había creído él y su primo se habían escabullido sin permiso hasta el establo, donde ambos acariciaron al manso caballo hasta que se escuchó la explosión, el suelo retumbó y todos los caballos asustados se encabritaron en un intento apresurado por huir del peligro. Luego todo fue humo y llamas.

Se imaginó todos los sucesos que debieron haber ocurrido para que todo resultara como lo había hecho.

Su madre llevaba dos meses planeando ése gran evento "Será perfecto" Repetía su madre, feliz, emocionada. Ella ofrecería una fiesta para celebrar el gran éxito del plan de exportación de la empresa que les generaba tantas ganancias, para él en ese momento sólo significaban palabras, ahora sabía que significaba dinero.

El día del evento su vida transcurrió como si nada excepto porque ese día su madre lo hizo vestirse de blanco, toda la familia se vestiría de blanco, incluidos sus tíos y su primo sólo unos meses más joven que él, el crédulo primo Henri.

Los primeros en llegar a la fiesta fueron sus familiares, justo en la entrada de la mansión fueron fotografiados. Su madre con aquel vestido blanco a lo Marilyn Monroe, su amoroso padre pelirrojo, su inquieto y pequeño hermano menor, su tío favorito, su esposo Omega, y su primo Henri. Todos posando para una foto que jamás sería revelada.

El ala norte de su casa era el escenario de la fiesta, tan llena de gente; Inversionistas de la empresa, personas famosas con sus parejas, políticos renombrados, músicos, meseros... Todos relacionándose, todos socializando, todos conectados y todos en un mismo lugar.

Excepto por una sóla cosa faltante en aquel cuadro, él y Henri no estaban allí, ellos se habían ido sin decirle a sus padres que estarían en el establo, aquel lugar tan apartado de la casa.

Podía imaginarse a la gente riendo con el sonar de las copas chocando, luego la explosión que mató a todos sin que pudieran darse cuenta.

En cámara lenta para él sólo fue un temblor fuerte, tanto que lo lanzó al piso polvoso haciéndolo ensuciarse su traje blanco, sólo fue ver al negro caballo tan manso relinchar sobre sus dos patas intentando escapar como lo haría una bestia salvaje, con aquel miedo brillando en sus oscuros ojos.

Ahora podía ver con claridad cuánto se parecían el caballo y él, a los dos los había cambiado la explosión. Apolo con la explosión se había convertido en una bestia casi demoníaca, tan asustado, igual que él. Pero no eran tan iguales, apenas el caballo se había asegurado de que todo estaría bien había vuelto a ser un remanso de paz, él no, él desde ese día con cada día que pasaba se volvía más cinico, desde ese día el miedo jamás se fue.

Se preguntó si aquel día estaba entre los planes de Dios, si todo había funcionado como un reloj cronometrado para que él y Henri pudieran vivir y si así era ¿Con qué objetivo?.

Miró a su primo, él estaba tan concentrado en lo que decía el sacerdote, entonces se preguntó cómo lograba él prestarle tanta atención a lo que decía. Luego miró hacia donde miraba su primo, hacía el sacerdote, y se esforzó en que las palabras que salían de la boca del hombre se quedaran en su cerebro y que no entraran sólo por un oído y salieran por el otro. "Pídele a él, pídele al señor y él te dará. El señor escucha nuestro ruegos, sólo tenemos que acudir a él, porque hijos, si nuestra fe fuera del tamaño de un grano de mostaza podríamos mover montañas, así que, si un hombre con fé le pide, el señor proveerá" Así que eso escuchaba el querido Henri con tanta atención, se dijo... Pedirle al señor, reflexionó. ¿Por qué no intentarlo? Creía en él pero jamás le había pedido nada, tal vez había llegado el momento, estaba desesperado.

-Señor, tengo miedo, no quiero irme a ese internado, me pudriría en soledad si me apartaran del querido Henri ¿Qué será de mí sin él? ¿Podrías hacer algo por mi? Por favor haz que envíen a Henri conmigo - Pensó en lo que le pedía a Dios y reflexionó sobre en lo increíblemente egoísta que era, luego de un momento no le importó, pero razonó que Dios no escuchaba suplicas egoístas así que cambió su petición y decidió explicarle a Dios su problema completo para que no lo juzgara por ser egoísta. -Está bien señor, no lo envíes conmigo, Henri aquí si tiene amigos y gente que le quiere- Pensó en ese chico que tenía al hermoso Henri babeando y todos los amigos que lo apreciaban al igual que él -Por favor sólo haz que pueda quedarme con él, quiero mucho a Henri, sabes que es de las pocas personas que me importan -Las otras dos eran su abuela y abuelo. -Es el único al que le importo verdaderamente, es él único que me importa aquí, es mi único y mejor amigo, haz por favor que pueda quedarme con él, me quieren alejar de él y enviar a ese internado sólo por una razón, de momento no soy un hombre lobo, no he tenido la revelación, tengo catorce años y aun no he tenido la revelación- Le contó a Dios.

Al llegar a la edad de tres a cinco años los hombres lobo tienen una etapa de receso, que básicamente es cuando dejan de transformarse en lobo porque no pueden ya que sus lobos dejan de manifestarse y eso sucede según los científicos porque el lobo necesita acoplarse con la forma humana, un niño de tres años tiene a un lobo con la forma de esa edad lo que representa un riesgo latente ya que un niño no tiene la suficiente fuerza mental como para frenar a un lobo de pocos años con instintos demasiado salvajes, la rabieta de un niño de tres o cuatro años podía ser controlada con facilidad, pero no sería tan fácil si un lobo de siete u ocho años se enfurece y toma el control, esa era la explicación científica. Por eso como el lobo necesita estar en equilibrio con la forma humana toma un receso hasta que el niño tenga entre nueve o diez años, cuando son más maduros y tiene la suficiente fuerza mental para controlarse u moderarse, se cree también que en esa etapa el lobo decide qué será, decide su subgénero, si será un Alfa, Beta u Omega, elige su posición y funcionamiento en la manada con su sabiduría natural y cuando se manifiesta por fin, siempre cuando el lobo regresa del receso lo hace con el olor característico del subgénero que eligió, a ese momento se le llamaba la revelación, desde ese momento su comportamiento y fisionomía serán de acorde al subgénero que ha elegido su lobo, la vida entera de los hombres lobo gira en torno a eso, y así es siempre.

Menos con él, que era una maldita excepción a la regla, desde que había tenido el receso a sus cinco años de edad su lobo jamás había vuelto a aparecer, ahora sólo era un simple humano. Cuando su primo tuvo la revelación a los nueve y se supo que sería Omega todos estaban muy felices, sus padres y tíos pensaron que su revelación no tardaría en suceder, pero no fue así, tuvo diez años y once años y nunca tuvo su revelación, luego sus padres murieron y él y Henri quedaron a cargo de su tío frío porque sus abuelos estaban en una situación tan mala como la de ellos y no podían hacerse cargo de sus nietos. Y desde eso ya habían pasado tres años y su revelación aun no sucedía, y por eso en dos semanas iniciaría con un arriesgado tratamiento de hormonas no legalmente aprobado por la ciencia para ver si así su lobo aparecía.

Apretó su mano para controlar sus emociones y luego la relajó de nuevo porque sabía que el hecho de sólo tener ese gesto reflejaba debilidad, si alguien se daba cuenta se aprovecharía de eso.

Ya calmado continuó con su charla con Dios, que era como una charla indirecta porque esos pensamientos eran en una línea diferente a su oración a Dios, ambas cosas sucedían dentro de su cabeza, así que suponía que eran la misma cosa.

Él sabía a lo que se estaría enfrentando cuando ese tratamiento hormonal iniciara, se arriesgaba a dañar su cuerpo tal vez permanentemente y eso lo aterraba.

Cuando recordaba el momento en el que los Aiden le informaron sobre el tratamiento la sangre le bullía en la venas, ellos no tenían nada que ver en ese aspecto de su vida, eso no afectaba a nadie, pero ahí estaban ellos, diciendole que iniciaría con un tratamiento hormonal para poder llegar a ser un Omega, y todo porque a ellos les avergonzaba lo que pensaban los demás de su falta de presencia animal, porque era un anormalidad para la sociedad.

Lo que lo enfurecía sobre todo era el hecho de que hubieran elegido su subgénero por él ¿Quienes eran ellos para elegirlo? Maldición, reconocía que él no tenía ningún rasgo masculino y a simple vista gritara Omega, pero nadie más que su lobo tenía el deber de darle un subgénero ¿Que tal si él era un Alfa o un beta? Su cuerpo estaría lo suficiente arruinado como para hacer algo cuando se enterara si era un Alfa y pudiera corregirlo. Tal vez su aspecto fuera algo afeminado en ese momento, pero una vez que se tiene la revelación el cuerpo cambia y toma ciertos rasgos, él aún no había tenido la revelación por lo que su cuerpo casi no había tenido cambios, pero cuando su lobo reapareciera podría tenerlos, si resultaba ser un Alfa desarrollaría músculos, crecería para ser más alto, su voz se haría más grave, etc. Si era un beta también crecería más y sería más masculino, y si era un Omega no importaba, sería feliz siéndolo porque por lo menos sabría que fue decisión de la naturaleza y no la de alguien más. Le chocaba que todos dieran por sentado que era Omega, pero no tenía nada en contra del subgénero, cualquier de los tres subgéneros estaba bien por él, sólo necesitaba que su lobo reapareciera y ya, lo demás no le importaba.

No quería empezar ése tratamiento, tenía miedo, pero tenía que hacerlo si quería quedarse junto a Henri, ese tratamiento era su única posibilidad de no separarse de él, si respondía a ese tratamiento y su lobo volvía podría quedarse con Henri. -Señor, no permitas que pase algo así, por favor, haz que tenga la revelación antes de que inicie el tratamiento, y si no, por favor, haz que responda al tratamiento favorablemente o al menos haz que no tenga muchos daños en mi cuerpo... Sabes que huiría con Henri pero mis ahorros no alcanzarían para mantenernos, por favor ayúdame- Le pidió.

La gente empezó a levantarse de sus asientos y Mariam supo que la misa había acabado.

Los señores Aiden se fueron a saludar como personas respetables de la comunidad a los demás, es decir, al alcalde, su esposa, el oficial de policía, y demás personas en general.

Su prima, la caprichosa Sarah fue a hablar con sus amigas y su querido Henri fue a saludar a sus amigos y amigas.

Él por su parte no tenía nadie a quién saludar así que se sentó en una banca cobijada por la sombra de un árbol, como siempre. Los demás le alzaban la mano o hacían un gesto con la cabeza desde la lejanía y él les respondía de la misma forma, él era el uno de los chicos malos del colegio y eso hacía que algunos lo reconocieran por su fama.

Su primo Henri después de saludar brevemente a sus conocidos fue a sentarse junto a él.

-Oh, míralo, ahí está, tan guapo- Dijo en un suspiro su primo enamorado. Él no miró, sabía de quién hablaba.

-Entonces hablale, ve a saludarlo- Le dijo.

-Lo haces sonar tan fácil, sabes que no puedo porque primero, no nos han presentado, segundo no hago parte de su círculo de amigos y tercero, es un Alfa, si lo saludo aquí rodeado de adultos sería obvio que me interesa-

-Cuanto drama- No pudo evitar burlarse.

-No te burles, esto es serio, me gusta, oh, mira a Sarah, le está hablando- Sarah era mayor que ellos por cuatro años. A su querido primo Henri le gustaba alguien mayor que él por cuatro años, suponiendo que él tuviera la misma edad que Sarah, claro.

-Para ella es normal, va en su grupo ¿Recuerdas?-

-Claro que sí, pero le está coqueteando, me molesta-

-Entonces saludalo- Todos los domingos era lo mismo con su primo.

-Sabes que no me atrevo, es mayor que yo, para él sería un mocoso hablándole, no me respondería, me ignoraría, se preguntaría ¿Porque un Omega de catorse me está hablando? y ya, sería más obvio que me gusta- Se quejó Henri. Mariam rodó lo ojos ante su dramatismo y cansado esperó a que el chico Alfa lo mirara, cuando este lo hizo él alzó la mano y con ésta lo saludó y le pidió acercarse con gestos.

-¿Qué estás haciendo? Oh, por Dios, ¡Lo estás llamando! No lo hagas, no, que verguenza, ya déjalo- Le pidió alarmado Henry. Mariam sólo sonrió, le hacía tanta gracia la actitud de su primo.

-Viene para acá- Le avisó -Mira-

-No voy a voltear, Dios, no puedo creer que hicieras eso ¿Qué voy a hacer?- Dijo sonando realmente mortificado y sus mejillas estaban rojas a más no poder, así que se cubrió la cara con las manos .

-Shh, ya llega- Dijo Mariam.

Al llegar el chico se puso justo frente a ellos y preguntó -Disculpa ¿Me llamabas?-

-Sí- Dijo Mariam aparentando estar lo más calmado del mundo, como si para él fuera lo más normal. Entonces le tendió la mano diciendo -Mucho gusto, mi nombre es Mariam Kincaid- El chico le devolvió el apretón de manos -Y este es mi primo Henri- Dijo señalando al chico que aún tenía la cara cubierta.

Henri se descubrió la cara que aun estaba roja y se esforzó en mantener la compostura, y aunque su rostro estaba rojo lucía tranquilo. Su primo merecía un Oscar, estaba seguro de que por dentro gritaba de la emoción.

El chico le tendió la mano a Henri una vez soltó la mano de Mariam -Mucho gusto Henri, mi nombre es Diego Stone- Se presentó con voz de galán.

-Mi nombre es Henri Aiden- Lo saludó Henri. Mariam miró hacia otra parte, con tanta chispa entre ellos temió perder un ojo. Cuando Henri y Diego se dieron cuenta de que mirarse fijamente no era nada apropiado desviaron la mirada hacía él, por suerte él sabía que hacer a continuación.

-Bueno, Henri y yo nos preguntábamos si tendría la amabilidad de invitarnos a un helado, y por supuesto pagarlo, verá, cada domingo Henri y yo tenemos la tradición de ir por un helado, pero está vez ambos hemos olvidado el dinero y no queremos romper la tradición, ya le hemos pedido a nuestros tíos y a nuestra prima, pero ellos no tienen efectivo, nadie parece tenerlo hoy- Mariam decía todo con una seriedad increíble como si lo que decía fuera la absoluta verdad, aunque se moría de la risa por dentro de la disparatada historia que estaba contando -Entonces lo hemos visto y vimos que tenía una billetera marcada en la parte de atrás de sus pantalones y nos dijimos que si estaba tan gorda sería de billetes, luego pensamos que sería totalmente descortés he inapropiado pedirle algo así sin conocerlo, así que por eso lo llamé, para presentarnos, ahora, ya que lo conocemos ¿Nos invitaría a un helado?- No sentía ningún tipo de remordimiento ni vergüenza por las mentiras que había contado, por lo rojo de la cara de su primo deducía que él sí, pero no le importaba, su primo lo había hecho hablar con alguien a quién no conocía por él, como mínimo se merecía un helado. Si el chico decía que no pues al menos ya podía decir su primo que lo conocía y saludarlo, tal vez con vergüenza pero lo haría.

Diego miró a Mariam como si le hubiera salido otra cabeza, es decir ¿Esos chicos sólo le habían hablado porque querían comerse un helado? ¿Sólo por eso, por qué querían dinero para un helado? Hace varios domingos había notado a esos dos primos, su compañera de clase Sarah le había hablado de ellos y él había podido notar que el rubio lo miraba mucho, pensó que en cualquier momento alguno de los dos le hablaría para conocerse, pero en lugar de eso ¿Le hablaban sólo porque quería un helado?. Miró a Henri y al ver lo rojo que estaba supo que todo aquello era mentira, sólo era una excusa para hablarle. Henri ni siquiera lo miraba, seguro estaba avergonzado, era tan tierno, entonces supo que si se lo pedía no sólo compraría esos helados si no también todo lo que él dijera.

-Bien, lo haré ¿Dónde quieren ir? ¿Deberían pedirle permiso a sus padres? - Les preguntó.

Mariam señaló un edificio de color verde y contestó -Ellos no son nuestros padres-.